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Los tres fieras al finalizar la prueba |
Amaneció el domingo, a las 6 de la mañana sonó el
despertador y rápidamente salí de la cama y empecé a prepararme. Como en cada
maratón, el día de antes había dejado preparada la mochila y toda la ropa que
tenía que ponerme para no perder tiempo. Pero este maratón no era un maratón
más, debutaba en Málaga, era mi primer maratón fuera de Sevilla y fuera del mes
de febrero pero no me encontraba especialmente motivado. Me sentía raro, no
tenía la sensación de ir a correr un maratón, no tenía el nerviosismo previo ni
la confianza en poder hacerlo. Notaba cierta desgana que me hacía dudar de mi
mismo.
Desayuné mis tostadas habituales y cambié el zumo de
naranjas por un vaso de agua. El desayuno del maratón siempre procuro que sea
el mismo de todos los días para no meter la pata. En la cocina me encontré con
mi hermano y estuvimos repasando las cosas antes de salir por la puerta.
Teníamos un paseo de unos 20 minutos desde el apartamento hasta la zona de
salida, así que, a las 7.15 emprendimos el camino con más frío que otra cosa.
Cerca del apartamento teníamos el kilómetro 30 y estuvimos
observando como ya estaban puestos los conos y las vallas para delimitar el
recorrido. Me llamó la atención que no hubiera marcas en el suelo y se lo
comenté a mi hermano. Por la tarde, nos llegó la información de la
descalificación de los 27 atletas y me vino a la cabeza la conversación de las
marcas en el suelo que había tenido con mi hermano. Si se hubiese señalizado
bien no habrían pasado estas cosas. Unas marcas de color en el suelo no hacen
daño a la circulación y en pocos días están borradas y, sin embargo, ayudan
mucho a los atletas para hacer el recorrido correcto...