El pasado domingo me fui con mis compañeros de fatigas hasta Jabugo para participar en la XV Ruta del Jamón Ibérico. Anunciaban 21,700 km. pero mi gps indicaba 21,050 km. A las 5.30 sonó mi despertador, me puse en planta, un desayuno ligero y al lugar de encuentro. A las 6.30 cogemos el coche y nos ponemos rumbo a Jabugo para coger el autobús de la organización que nos llevaría hasta Aracena donde este año tenía lugar la salida. Aprovechamos el camino hacia Jabugo para hacer un reconocimiento del circuito conforme pasábamos por él. Llegamos a Jabugo sobre las 8.00 y nos juntamos con otros grupos de corredores para esperar el autobús sin conocer a ciencia cierta dónde estaba la parada porque no encontramos allí a nadie de la organización. Pocos minutos después llegó el autobús y, previo pago de 1 euro, nos acomodamos para ir a Aracena.
Una vez en Aracena nos juntamos con otro compañero que había recogido los dorsales y nos fuimos a desayunar a un bar cercano a la plaza. Aprovechamos las comodidades del bar para cambiarnos de ropa y prepararnos y nos pusimos a calentar por las calles aledañas. A las 10.00 se dio la salida e hicimos frente a una cuesta inicial de 1.5 km aproximadamente que nos sacó del pueblo y nos introdujo en la carretera. En este momento, debido a la estrechez de las calles nos separamos y me quedo sólo con mi hermano. Con un sube y baja continuo camino de Los Marines y, en un momento dado, escuchamos la bocina de una moto por detrás y una voz dando indicaciones a los corredores. En segundos la moto estaba a nuestra altura y un guardia civil nos indicaba que nos pegáramos al arcén que habían abierto el tráfico en la carretera.
Con lo bonito del paraje, el encanto de la Sierra de Aracena y la popularidad que tiene esta carrera es increíble que tengamos que soportar durante 17 km el humo, la incomodidad y la inseguridad de correr por una carrera abierta al tráfico. ¿No habrá otros lugares por los que meter la carrera u otras formas de evitar el tráfico?
En fin, pasado el km. 6 llegamos a Los Marines donde nos dieron el primer avituallamiento. A la salida del pueblo nos cambiamos de arcén y, poco a poco, la carretera empezó a tener más tramos de bajadas que nos ayudó a avivar el ritmo. En unos 5 km. dejamos la carretera y nos encontramos con la subida a Fuenteheridos. Buena prueba para lo que nos íbamos a encontrar más tarde. Sin bajar mucho el ritmo nos plantamos en el interior del pueblo y allí encontramos con el segundo avituallamiento aunque no pudimos coger agua porque apenas había una mesa y llegamos en el interior de un numeroso grupo. Lo mismo que a nosotros, les pasó a más integrantes del grupo, así que, como buenos compañeros, repartimos el agua conseguida entre todos.
La salida de Fuenteheridos es una larga y pronunciada bajada y, como decimos por aquí, “nos tiramos cuesta abajo” aumentando bastante el ritmo. A partir de aquí, la carretera no para de bajar y eso nos ayuda a mantener un ritmo rápido que nos lleva hasta Galaroza. Dos kilómetros antes ya habíamos empezado a regular la velocidad pensando en la subida final. En Galaroza tomamos agua en un nuevo avituallamiento y nos preparamos para la subida a Jabugo que nos encontraríamos apenas 1 km. después.
La organización tuvo la genial idea de poner otro puesto de avituallamiento al inicio de la cuesta, así que, aquí cogí una botella que llevaría conmigo hasta arriba procurando no olvidar la ingesta de agua. En este momento, nos encontramos con 2 km de una intensa subida. Ante lo desconocido, regulamos el esfuerzo y asumimos un ritmo más que cómodo porque, ante todo, hay que llegar arriba. Carretera sinuosa o, mejor dicho, camino de muchas curvas y mal asfalto. Tras el primer kilómetro, el cuerpo aún responde y voy controlando en cada momento la mejor trazada para no correr de más pero evitando al mismo tiempo los arcenes para evitar un sobreesfuerzo por el desnivel de la orilla del camino con el centro de este. Conforme avanza la cuesta noto que mi hermano ya no me sigue y, a pocos metros para llegar arriba, miro para atrás para saber a qué distancia está y veo que me indica con una mano que siga para adelante y no le espere.
Tras esto ya estoy entrando en el pueblo y el desnivel se queda atrás, tiro la botella a una papelera y subo el ritmo para completar los metros que quedan. Pasadas tres calles, llegamos a la plaza del pueblo donde está la Meta de la carrera que cruzo con un buen ritmo y parando el reloj en un buen tiempo 1h39’21”.
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