sábado, 25 de agosto de 2012

XXVII Maratón Ciudad de Sevilla 2011

Crónica de archivo.  
13.02.2011

Mi segundo maratón


Llegó el día y se fue. Así de rápido, pero las sensaciones vividas se quedarán dentro durante mucho tiempo.

El despertador suena a las 6:30 (porque lo había puesto a esa hora, evidentemente). Después de una noche en la que me ha costado dormir, me levanto y me voy a la cocina a preparar el desayuno. Mientras tanto, voy repasando el recorrido, los horarios y la mochila con las cosas que me tengo que llevar.

Es la hora de irse. Hemos quedado a las 7:45 y me despido de Macarena que sigue durmiendo. Cuando llego al lugar de encuentro allí están ya mis compañeros comentando por enésima vez las estrategias que van a llevar cada uno. Nos dirigimos al Estadio Olímpico de Sevilla y buscamos los vestuarios para prepararnos. Se acerca la hora del comienzo y, tras estirar y calentar en la zona interior, nos dirigimos a las pistas de atletismo para colocarnos en la línea de salida.

A las 9:30 se da la salida. Desde que suena el disparo hasta que cruzamos la línea de salida pasan 2 minutos que llevaremos de diferencia entre el tiempo real y el tiempo oficial. Rápidamente nuestro equipo se divide en 2 grupos, los 8 que van más fuertes tiran para adelante (Juan Antonio, Manuel, Roque, Antonio, José Luís, Polvillo, Miguel y mi hermano) y los otros 5 (Antonio Castro, Manolo Vega, Mauri, Alfredo y yo) nos quedamos más rezagados. En apenas 2 Km. Alfredo se queda para ir a su ritmo y no forzar más de la cuenta al principio. Continuamos los 4 que quedamos y poco a poco, casi sin darnos cuenta, nos vamos comiendo los kilómetros.

Llegamos al kilómetro 15, ya hemos recuperado los 2 minutos perdidos en los 2 primeros kilómetros que no pudimos correr a nuestro ritmo debido a la cantidad de corredores que nos agolpamos al principio, por lo que, ya hemos conseguido situarnos en la media deseada, a 5’43” el kilómetro. A todo esto, no hemos parado de charlar en todo el tiempo, así que, vistas las buenas sensaciones, decidimos no bajar el ritmo y continuar recortándole segunditos al crono.

En el kilómetro 20 nos espera la familia de Manolo Vega, pancarta incluida, que nos montan una fiesta importante a nuestro paso. El subidón nos lleva hasta la media maratón, que alcanzamos en 1h 59’ 42”. El objetivo de bajar de las 4 horas está próximo.

Cerca ya del kilómetro 25 vemos andando a uno de los compañeros del grupo de delante (José Manuel). Al llegar a su altura nos interesamos por su estado y nos dice que lleva las piernas bastante tocadas. Intenta venirse con nosotros pero no puede, así que, decide seguir caminando y esperar al compañero que viene por detrás.

A esta altura las sensaciones siguen siendo buenas aunque, a pesar de beber el agua y las bebidas isotónicas que nos ofrece la organización cada 5 Km., me noto el estómago vacío. En el kilómetro 28 veo a Macarena que me está esperando con el avituallamiento que le había indicado.


Nuevo subidón para el cuerpo y para el estómago porque me da una barrita de chocolate que me sienta de maravilla. En este punto, Manolo Vega comienza a tener calambres en las piernas y decide bajar el ritmo. Los otros 3 continuamos nuestra marcha no sin antes darle algunos consejos y desearle suerte al compañero que se queda.

En el kilómetro 29, nos encontramos con la novia de Mauri y en el 30, vuelvo a ver a Macarena que, en esta ocasión, no para de hacerme fotos y, es mi cuñada, quien me facilita unas barritas energéticas para lo que queda de Maratón.
Parece que se han puesto de acuerdo para juntarse todos en uno de los puntos críticos de la carrera.

A estas alturas ya sólo queda el tramo final y como he indicado antes, el más crítico. Se acercan los kilómetros finales y las fuerzas empiezan a flaquear. Cruzamos el Puente de los Remedios y nos adentramos en Triana. Como tenía previsto, en el kilómetro 33 me encuentro con mi hermana, mi cuñado y mi sobrino que me da una botellita de bebida isotónica de Hacendado que me sienta de maravilla. Tanto es así que la llevaría conmigo hasta la línea de Meta.

Los kilómetros van cayendo y en el 37 vislumbramos al fondo a otro de los compañeros que iba por delante (Miguel). Un kilómetro más tarde le damos caza y se une al grupo. Le ofrecemos todo el avituallamiento que llevamos encima para recuperarlo pero en apenas un kilómetro se vuelve a quedar. Ya estamos en el 39 y los 3 continuamos la marcha, pero no por mucho tiempo. En el 39,5 otro compañero (Mauri) sufre fuertes calambres y tiene que pararse a estirar las piernas. Ya sólo quedamos 2 en el grupo (Antonio y yo) y al fondo empezamos a ver el Estadio Olímpico.

Desde hace tiempo hemos dejado de preocuparnos por la marca porque vamos cumpliendo y dentro del ritmo planificado. Así que, salvo catástrofe final, el objetivo está cumplido. Ya los calambres son constantes, el compañero viene quejándose desde hace 8-10 Km. y yo también empiezo a acusar los calambres en las piernas. En el 40,5 mi compañero tropieza y pierde el ritmo y parte de las fuerzas. Intento esperarlo pero me indica que siga yo porque él va a bajar el ritmo. En este punto me quedo sólo y con fuerzas, así que decido tirar fuerte y darlo todo. Apenas me queda 1,7 Km. y no quiero llegar con la sensación de haber podido dar más. Aumento el ritmo pasando de 5’35” a 5’00” el Km. (una pasada para llevar más de 40 Km. encima), de aquí a la Meta adelanto a decenas de corredores que van ya con la pilas casi gastadas y hago mi entrada al Estadio Olímpico a tope y emocionado por todo lo acontecido y por todo lo sufrido en estos últimos meses. Para sorpresa de Macarena, aquel que se recorre la pista adelantando a diestro y siniestro soy yo, hasta que llego a la recta final que bajo un poco el ritmo para buscarla en la grada y saludarla antes de cruzar la línea de Meta.
Y, finalmente, paro el crono en 3h 56’ 22” (tiempo real) y 3h 58’ 23” (tiempo oficial), 4 minutos por debajo del objetivo.

Ahora es cuando realmente, me vengo abajo. He cruzado la Meta, me he parado y las piernas me han dicho que ya no pueden más. Poco a poco me encamino a los vestuarios y me siento en un banco a descansar y comer lo que me han dado en la bolsa de avituallamiento mientras comento con mi hermano, que me estaba esperando en el vestuario, como nos ha ido
la carrera.

Al
final, todos los compañeros, con más o menos sufrimiento, consiguieron cruzar la Meta. Este año ya se ha acabado pero el año que viene habrá más.

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